La crisis de los Veintitantos

sindrome-de-los-20-y-tantos-3

Aún recuerdo cuando apague mis velitas de mi cumpleaños #20 y pedí en el fondo de mi corazón quedarme en esa edad por siempre. Fue entonces cuando me convencí por completo que los deseos no se hacen realidad… pues ya voy en los 24.

La verdad es que en esta etapa de los 20’s es cuando entendemos por fin, el significado de la palabra “crecer”, porque ni aún en los 18 cuando por fin nos dan la cedula y podemos entrar a un bar sin lio, sentimos tan real el hecho de que estamos creciendo como ahora.

Con los 20’s nos llega una ola, que digo ola, un tsunami de todas Las responsabilidades, decisiones, acciones y demás que definirán nuestra vida para siempre y la verdad mis queridos lectores, es que no tenemos ni idea de qué hacer con ello. Y esto es apenas la cereza del pastel.

La crisis de los veintitantos, si señores!

Un viernes salí con mis amigos de toda la vida a tomar unos tragos y empecé a notar que había mucho “muchachito “de la edad de mi hermana (mi hermana tiene 18)  rondando por allí, bailando y bebiendo, inmediatamente les pregunte a mis amigos por qué había tanto niño y no la gente de siempre, a lo que uno de ellos muy acertadamente respondió “no es que acá haya mucho niño, es que nosotros estamos viejos”  Sí,  de golpe en la realidad. Lo normal es que la gente de 18 a 22 años este rumbeando todo un fin de semana, mientras los de veintitantos estamos en nuestras casas viendo películas o comiendo y tomando algo suave con un par de amigos hasta las 11 pm por el motivo de que estamos cansados, o de que simplemente ya la fiesta no nos sabe a lo mismo.

Nuestros requerimientos a la hora de hacer amistades cambia, ya no nos interesa salir cada ocho días con ese amigo que se quedo en la época de los 18; ni hablar seguido con ese que de lo único que habla es de la vida de los demás porque el tiempo le sobra, o de que se pondrá para la fiesta del viernes, No. Nos empezamos a rodear con amistades que nos reten intelectualmente, personas que nos aporten y que nos inspiren, de esas que no nos llamen aburridos por ocasionalmente querer ir a un café en lugar de un bar.

Y ni hablar de las relaciones de pareja. Ya nos volvemos personas exigentes y no exigentes en el plano físico, sino exigentes en cuanto a lo que nuestra pareja puede llegar a ser.  Empezamos a hacer de lado a esos prospectos que se la pasan de fiesta en fiesta y a marcar con chulito al que estudia , al que trabaja, al que tiene metas y utiliza el cerebro para seducir más que el físico, y ¿por qué? Bueno porque a esta edad ya no buscamos una pareja con la que podamos durar si mucho dos años y a la que podamos lucir al salir de rumba, si no que empezamos a buscar una pareja con quien compartir la vida, con quien hacer planes a mediano y largo plazo; alguien con quien nos podamos sentar a hablar de sueños y metas un viernes por la noche mientras tomamos un café o disfrutamos de una buena cena; simplemente nos empieza a interesar mas encontrar con quien amanecer un domingo, que con quien ir a la cama un viernes.

Si, seguramente si mi “yo” de 18 leyera esto ahora, se sentaría a reírse por un buen rato mientras se jura a ella misma nunca llegar a ser tan “aburrida”. Pero ahí está la clave de crecer, sabes en realidad que eso está pasando, que estas madurando cuando eso que te parecía aburrido empieza a tornarse interesante.

Y bueno, alejándonos de eso, lo realmente caótico aquí es que a nuestros veintitantos no sabemos qué hacer con la vida. Estudiar, graduarse, trabajar, casarse, tener hijos. Estamos a pocos años de llegar a la edad en donde se supone ya deberíamos tener resuelto gran parte de esos planes, que por cierto son mas imposiciones sociales que deseos propios, y es justo en este momento cuando nos replanteamos todo lo que desde chiquitos nos enseñan y nos ponemos en esa posición entre hacer lo que se debe o hacer lo que se quiere.

Si me hubiesen preguntado hace dos años o más, cuáles eran mis planes en cuanto a casarme y tener hijos, hubiera contestado sin titubear y con toda la certeza que me casaría a los 25 y tendría mi primer hijo máximo a los 27 y el segundo un año después… pues bueno, me falta menos de un año para los 25 y no hay planes de boda, ni los habrá.

No me importaría casarme a los 30 y tener un hijo a los 33 o simplemente no tenerlo. Las prioridades cambian y los deseos también y lo mejor de los veintitantos es que tenemos una fuerza y determinación increíble que ni los de 18  o los de 30 tendrán jamás para hacer, crear, modificar y arreglar tanto el mundo como nuestras vidas; tenemos unas ganas enormes de comernos el mundo y toda la actitud y disposición para hacerlo. Estamos en el punto perfecto para ser jóvenes y a la vez adultos y ver la vida desde el mejor punto.

Sí, estoy en la crisis de los veintitantos seguramente como la mayoría de los que están leyendo este articulo; Sí, tenemos miedos, inseguridades y temor a equivocarnos, pero estoy segura de que si en 20 años nos preguntarán cuál fue la mejor etapa de nuestra vida diríamos sin dudarlo…

La de los veintitantos.

 

Deja un comentario