DEPORTISTAS DE ORO

colombia_olimpicosrio_olympics_opening_ceremonyHace algún tiempo me encontraba hablando con un amigo extranjero sobre los juegos Olímpicos, el pertenecía a un país en el cual es algo más usual que en Colombia que sus deportistas ganen medallas de oro y  por ende no festejaban tanto como nosotros por una medalla y menos si era de plata o de bronce, en modo de broma me recalco que éramos conformistas al hacer tanta bulla por ganar una sola medalla de oro en toda la duración de los juegos pasados.

En ese momento preferí cambiar de tema, porque me conozco y sé que cuando de defender una idea se trata puedo ser bastante intensa. Sin embargo, con lo que ha sucedido en los actuales juegos Olímpicos que se llevan a cabo en Brasil, tengo argumentos suficientes para explicarle no solo a mi amigo sino a todos los extranjeros, el por qué nos emocionamos tanto por una medalla.

Para empezar, los colombianos somos por naturaleza extremadamente patrióticos, Sí, somos de esas personas que llevan la bandera con orgullo a donde van, que se les aguan los ojos cantando el himno Nacional en otro país, que se uniforman con la camiseta de la selección cuando hay partido o cuando la situación lo amerita; somos de esas personas que siempre dirán con una sonrisa “soy colombiano”  y que si pudieran  volver a nacer y tuvieran la oportunidad de elegir donde hacerlo, seguramente elegirían Colombia ¡ah! Y por supuesto, somos de los que gritan, aplauden y lloran cuando un deportista colombiano gana una medalla en los Olímpicos. Y es que Colombia es un país que suele hacer nido en el corazón de quien lo vive.

Por otro lado, también es un país que cuenta con un Gobierno que solo se preocupa por sus deportistas cuando estos, por méritos propios se destacan en otro país y que por razones de nacionalidad terminan dejando en alto el nombre de Colombia. Es en ese momento cuando sin pena alguna ese Gobierno que les dio la espalda en el duro y arduo proceso de preparación, se vanagloria por la victoria ajena.

Los deportistas colombianos, queridos extranjeros, esos que usted vio desfilando muy uniformados en la ceremonia de inauguración, son personas que detrás de sí cargan una historia llena de dolor y verdadero sacrificio. Ellos no son como los deportistas de Estados Unidos, ni como los de Rusia o China, ellos son como muchos de los deportistas de esos pequeños países cuyos nombres solo conocían unos pocos. Son deportistas a los que llegar a Rio les costó más de lo que usted se puede imaginar.

Mientras USA lleva hasta el momento 26 medallas de oro, Colombia solo lleva una. Su portador se llama Oscar Figueroa, un pesista afrodescendiente que en su niñez fue desplazado por la violencia, es decir que fue despojado de sus tierras violentamente con toda su familia, que tuvo que huir a una ciudad donde no tenían nada para así empezar desde cero; un medallista de bajos recursos que encontró en el deporte la salida hacia el éxito, que entrenó arduamente en una instalación con pocos recursos a la cual hoy en día asisten muchos niños como él, pero en la cual encontró el apoyo para estar donde está hoy en día.

Así como Oscar tenemos a Yuberjén, quien hoy ganó medalla de plata en Boxeo, y aunque él no fue desplazado por la violencia la historia viene siendo la misma: un deportista de bajos recursos que llegó donde llegó por sus propios méritos mientras el gobierno miraba hacia otro lado. A diferencia de su rival con quien compitió hoy, las intenciones de Yuberjén de llevarse el oro no eran motivadas sólo por un triunfo personal, lo que lo motivaba realmente a darlo todo  para ganar esa medalla era poder comprarle una casa a su madre donde pudieran vivir dignamente toda su familia. No, no se trata de una cuestión de lujos, sino de necesidad. Finalmente al terminar la competencia y quedar en segundo lugar, la ministra le prometió la casa por la que tanto fue a luchar, sin embargo tanto él como nosotros sabemos en lo que puede terminar dicha promesa.

Y así sigue la lista, querido lector. Tenemos a Katherine que compite hoy por la medalla de oro con sus piernas largas y torneadas y su inmensa sonrisa, quien ha cosechado sus triunfos con su propio trabajo y quien contó con la suerte de que otras personas creyeran en ella. También tenemos a nuestra queridísima Mariana Pajón quien hace 4 años nos hizo gritar, saltar y llorar de la emoción al hacerse merecedora de la medalla de oro en BMX y aunque ha contado con más suerte que los deportistas ya nombrados, al nacer en una familia con los suficientes recursos para apoyarla, también ha tenido que luchar hasta el cansancio con sus propios recursos para estar donde está.

Esta es la historia de los deportistas de mi país y lo ha sido siempre. Jóvenes que viven en un país donde la violencia es el pan de cada día y que encuentran en el deporte un salvavidas y la llave para ser alguien en la vida, para salir adelante y que aun así tienen gobernantes que se hacen los de la vista gorda cuando de incentivarlos y apoyarlos se trata, donde primero están los intereses personales de los políticos que los de estos chicos que con las uñas y el sudor de su frente se abren campo a las oportunidades que hay afuera y a pesar de todo esto, de tanta hipocresía ellos aceptan entregarle a Colombia esos triunfos que son solo suyos, lo hacen porque aman a su país más allá de las dificultades.

Entonces queridos extranjeros, cuando un deportista colombiano gana una medalla no celebramos por un triunfo nacional como seguramente lo hacen en su país, nosotros celebramos específicamente por la felicidad de ese joven que está parado en el podio vistiendo los colores de nuestra bandera; no sentimos orgullo de que Colombia cuente con una medalla más en su historial, nos sentimos orgullosos de la tenacidad y esfuerzo con la que ese deportista logró estar allí parado;  nosotros lloramos no por una medalla de oro, lloramos porque nos invade el corazón de amor patrio, de felicidad y orgullo ver a ese deportista que con lágrimas en los ojos entona con la mano en su corazón y la medalla en su pecho, nuestro glorioso himno nacional.

Para terminar, quisiera recordarle al gobierno colombiano que el oro para Colombia en los juegos olímpicos no está en las medallas, sino en sus deportistas.

¡GRACIAS MUCHACHOS!

ELIJO SER TÍA

Test-de-embarazo-negativo

Si mis cálculos no me fallan ya estoy en esa edad en la que nadie me va a juzgar por ser demasiado joven para tener un hijo. Digo, no creo que me feliciten, porque tengo muchas cosas que resolver antes de atreverme si quiera a pensar en tener uno, pero seguramente si lo tuviera no sería mucho el impacto como lo hubiese sido hace unos años atrás.

Las fotos de personas enfiestadas, en mi página de inicio en Facebook o Instagram están siendo reemplazadas cada vez más por fotos de bodas y bebés y es que según las imposiciones o costumbres sociales (cada quien le llama como quiere), ya estamos en edad de llegar a ese escalón. Hace unos 5 años atrás imaginaba que más o menos en estos años ya seguramente iba a estar felizmente enamorada del hombre que sería el amor de mi vida, con un anillo en mi dedo anular y con la esperanza de que en uno o dos años después de la boda estaría esperando mi primer y adorado hijo. Pues bueno, pasaron los años y ni el anillo, ni el hombre y por supuesto muchísimo menos las ganas de tener un bebé.

Los llaman bendiciones y regalos de la vida y no dudo que así sea, pero no considero que sean bendiciones estrictamente necesarias para poder ser felices. Creo que una vida plena sin hijos es posible, para el que lo quiere. Y que el hecho de que una mujer sea honesta consigo misma y decida no tener hijos no la hace una persona egoísta. Egoísmo a mi concepto seria traer al mundo un hijo solo por presión o miedo a quedarse solos o a sabiendas de que no se posee la devoción, la paciencia y el tiempo para hacerse cargo de otro ser humano durante toda su vida.

A veces dos personas son suficientes y los planes de vida y sueños no tienen cabida para un tercero, y está bien. No es lo mismo viajar y disfrutar con tu pareja de un atardecer en la playa y una copa de vino o de una cena para dos en la ciudad sin tener que pensar en un motivo para regresar temprano a casa que una ida a un parque de diversión con dos o más personitas las cuales serán el foco de atención durante todo el trayecto o que una ida a un restaurante con juegos infantiles lleno de niños correteando por todo el lugar mientras batallamos sin cansancio para que los nuestros se acaben la comida. Seguramente los que tienen hijos me darán argumentos muy validos por lo cual las dos últimas opciones son mejores y más gratificantes, al que le gusta le sabe, pero como en este momento no los tengo ni planeo hacerlo no podría entender ese sentimiento, por lo cual sigo prefiriendo una vida de dos.

Como muchos otros, tengo sueños, metas y planes solo para mí, y si alguien quiere unirse pues bienvenido sea. Un hijo en los próximos años de mi vida significaría renunciar a muchos de ellos, y por favor queridos papás, no me digan que tener un hijo no significa renunciar a nuestros sueños porque bien saben que si es así. Un hijo implica responsabilidades, estabilidad, el 100% de nuestra atención y mucho dinero, cosas que no son compatibles con lo que he planeado para mi vida durante los próximos años. Sé que muchos lo llamaran egoísmo, pero yo lo llamo sensatez.

No creo justo renunciar a muchos sueños por alguien más y mucho menos lo es no darle toda la atención y el amor que un hijo se merece por estar haciéndolos realidad y como soy una persona que odia los puntos medios y las cosas a medias, o es lo uno o es lo otro.

No se quien seré en 5 o 10 años, todos cambiamos y nuestros ideales también, sin embargo tengo claro quién soy ahora y lo que quiero de mi vida, no tengo afán de casarme, ni de tener hijos y tampoco de hallar un trabajo estable, por ahora quiero concentrarme en hacer de mi vida algo memorable, de atreverme a hacer esas cosas que me causan un nudo en el estómago y que hacen brillar mis ojos; de construir lo mío y vivir de acuerdo a mis propios ideales. No importa si se me van unos cuantos años lográndolo o si se me va toda la vida en ello.

Mi futuro lo aseguro paso a paso y no me cierro a la posibilidad de pensar en tener hijos en unos 8 o 10 años, uno cambia y las prioridades también, pero por ahora como muchos otros, elegiré ser “egoísta” y planear una vida solo para mí o si estoy de suerte, para dos.