Por un momento todo parece quedar en silencio y el tiempo detenerse, el corazón empieza a latir mas rápido, la temperatura corporal aumenta y un peso invisible en el pecho te dificulta respirar. De repente el espacio alrededor parece disminuir y la claustrofobia es inminente. Estas ahí, en ese espacio diminuto donde ya no queda aire, en un momento eterno donde el reloj no corre y tienes esa sensación de que nunca vas a salir de allí o que la muerte está afuera de ese espacio infernal esperando que el tiempo retome su curso para llevarte con ella. Pero realmente después de unos segundos todo a tu alrededor toma su curso, solo que esta vez en cámara rápida. Todo esta en movimiento, todos hablan, ahora nada parece detenerse y tu mente no es la excepción. Los pensamientos tóxicos, negativos y compulsivos empiezan a llegar y moverse a toda velocidad uno tras otro, dónde el siguiente es mas oscuro y pesado que el anterior. Todo adentro de ti es tan avasallante y abrumador, tan denso y oscuro que tu cuerpo explota desbordando toda clase de emociones reprimidas en una fuente inagotable de lágrimas, dolor, hiperventilación y descontrol corporal. Para ese momento, tu ya no eres dueño de ti mismo, has perdido el control.
Como todo en la vida, el ataque de pánico cede. A veces, si estas de suerte, en cuestión de minutos, pero sino es el caso, te puede tomar varias horas. Sin embargo, la etapa que sigue después no es necesariamente mejor. La mente y el cuerpo, como es de esperarse después de contraerse, tensionarse y luchar, quedan totalmente en desbalance, desgarrados, agotados, desgastados, vueltos nada. Nada alrededor es alentador, o al menos a nuestros ojos no lo parece. Mi antigua psicóloga lo describía como llevar unas gafas negras puestas donde veía la realidad totalmente alterada y donde aparentemente era mi decisión si ver a través de esas gafas o quitármelas. Suena fácil ¿verdad?, pues no lo es. Por mas absurdo que parezca, en ti ya no queda ni la más mínima fuerza para, al menos, decidir ver sin los lentes, ahora menos para quitártelos. Estas inmerso en esa realidad gris y por el momento no tendrás ni las fuerzas, ni la claridad, ni las agallas para intentar salir de ahí y lo sabes. Así que ya cansado y abatido te tumbas y te dejas sumergir.
La habitación, especialmente tu cama, se convierten en el único lugar en el dónde te sientes medianamente a salvo del mundo, y el estado de sueño el único lugar del mundo donde puedes estar seguro de ti mismo, porque en ese momento tu mismo eres tu propio enemigo. Pasan las horas, los días, incluso las semanas y sigues dentro de esa nube oscura. No comes nada o comes mucho; duermes todo el día, pero no en la noche; te olvidas de ti, porque no mereces ni tu propia atención. Bañarte se convierte en un reto desafiante, reto que no asumes con frecuencia. Peinarte, maquillarte, cambiar la ropa ancha y los busos con capota por vestidos y ropa decente no son en absoluto una opción viable. Simplemente estás ahí, respirando por inercia y soltando lagrimas sin siquiera darte cuenta.
Ahora hablemos de los vicios. Se que soy mas fuerte de lo que imagino porque no consumo drogas, ni alcohol. Y lo digo porque esas dos sustancias son las que más añoro cuando estoy en ese lugar oscuro. Un escape a la realidad. Es todo lo que siento en ese momento que necesito, algo que lleve a mi mente a un lugar fuera y lejos, muy lejos de mi cuerpo. Un lugar donde nada más exista mi conciencia alterada, donde nada es como es y donde yo no sea este remedo. Entre más oscuro sea todo, más las deseo, las deseo mucho, pienso en ellas, las imagino en mi cuerpo e imagino esa sensación de aparente libertad que me darían. Sin embargo, hay algo mas fuerte que mi caos interior que me da algo de cordura y así como imagino los beneficios momentáneos, me hace imaginar también el agujero negro e infernal en el que caería después de que los efectos cesen, y me hace ver a la fuerza que va a ser mucho peor de lo que es ahora y la verdad es que aunque me siento fuerte al no caer, no me sentiría tan fuerte como para salir si cayera. Aun así, la realidad momentánea en la que me encuentro es difícil de sentir y de procesar, sigo necesitando un escape, tal vez uno que no me destruya. Enciendo el televisor, elijo una serie que me absorba demasiado y donde no tenga que vincular mis emociones y me dejo ir. Las horas del día las alterno entre horas de sueño y capítulos, inmediatamente termino una empiezo la otra sin dejar espacio a que mi mente me traiga de vuelta a mi conciencia. Entre tanto me alejo de todos, no quiero hablar, no quiero salir, no quiero ver la luz del sol, no quiero nada. Los mensajes de whatsapp y las notificaciones en mi celular se acumulan. No quiero que nadie me recuerde que la vida en realidad sigue, que todos afuera siguieron y que yo esto aquí desperdiciando el tiempo y la vida misma, aun cuando no estoy muy segura de quererla vivir. En pocas palabras hago de mi habitación una isla sin acceso y me quedo naufragando allí hasta que, en algún momento, en algún punto, la luz del sol se cuela por un pedazo de la ventana y empieza a iluminar tenuemente mi pequeña isla, mi mente y un poco de mi vida. Así poco a poco voy dejando que la luz se vaya apoderando de cada espacio. Empiezo por levantarme de la cama y abrir la cortina, la ventana y respirar aire fresco por primera vez en días o semanas, recordando que sigo viva y que lo estoy porque hasta ahora así lo he decidió, sea por miedo, sea por valentía o simplemente porque me aferro a la vida, pero ha sido mi decisión, porque entre miles de pensamiento suicidas obsesivos y de miles de posibilidades de ejecutarlos yo decidí permanecer de este lado y respirar un poco más. Ya después de eso, todo se hace un poco mas fácil, tomo un baño, arreglo mi cabello, me pongo ropa de calle, arreglo mi cuarto, empiezo a alimentarme un poco más y les escribo a los míos, a esas personas que se que de un modo u otro padecieron y padecen conmigo. Retomo de nuevo el ritmo natural de la vida, de a poco, sabiendo que la única manera de mantenerme en esta realidad es enfocarme solo en cada paso que debo dar y no en el recorrido o la distancia que debo transitar. Solo el paso a paso, es todo en lo que me puedo enfocar sin importar si voy más lento que los demás, lo importante es avanzar a mi propia manera, porque siempre será mejor eso que seguir naufraga en esa isla por siempre.
Todo lo anterior es un circulo vicioso, donde suelo pasar de lo uno a lo otro en cuestión de segundos y sin previo aviso. Es difícil anticipar cuando sucederá cada crisis, pero con la terapía y los medicamentos he aprendido a identificar algunas señales y aunque aun no aprendo a no terminar en mi isla oscura, he aprendido a navegar hacia ella en un mar de emociones mas calmado, sin tanta culpa, ni castigo, permitiéndome estar en ella y permitiéndome sentir lo que siento mientras todo en mi mente va encontrando algo de calma y los pensamientos oscuros y grises el camino de salida. Si bien aun no se como quitarme esos lentes de los que hablaba mi psicóloga, ya al menos soy consiente cuando los llevo puestos y aunque sigo decidiendo dejármelos por un rato, se bien que todo lo que veo en ese momento no es mi verdadera realidad y que en cuanto me los quite todo volverá a tener color.
Se que para los que me rodean (familia, amigos y en un futuro mi pareja) convivir con todo esto que me pasa no ha sido fácil, tratar de entender un poco, no ha sido fácil e incluso muchas veces ha sido doloroso. valoro inmensamente el esfuerzo por llevarme el ritmo o por simplemente entenderlo. Sin embargo, muchas veces por más que quiera no me es suficiente, para ser honesta a veces quisiera que pudieran habitar mi mente por unos minutos para que puedan entender 100% todo el remolino que llevo dentro y del que solo pueden ver una pequeña parte. Y es que a veces es difícil que en pro del bienestar que desean para mí, lancen juicios, consejos y palabras que solo hacen que mi mente se agote más. No soy perezosa, no soy floja, no abandono todo por gusto. Créanme que si en mis manos estuviera decidir sobre como sentirme, lo último que escogería seria sentirme así. A mí me encantaría ser productiva, hacer mil cosas al día, estudiar mucho, trabajar durante mucho tiempo en el mismo proyecto, pasar tiempo de calidad con amigos, ser alguien funcional y normal y la mayor parte del tiempo (aunque no parezca) lo intento, pero aun mi mente y yo no estamos en paz y todos los días lucho incansablemente contra ella. Todos mis días son eso, una batalla constante que me agota. Cuando me ven bien y feliz, en esas etapas donde les hago pensar que no sufro de ningún trastorno, en realidad estoy preguntándome a cada momento por cuanto más podré disfrutar de esa tranquilidad y normalidad, cuando se detendrá el tiempo de nuevo y el corazón empezará a palpitar mar rápido, dado inicio a otra crisis. Aun así, estoy aprendiendo a disfrutar el momento presente y nada más y a ocuparme solo de él, pero toma su tiempo y aunque se que los que me quieren hacen su mayor esfuerzo por comprender (cosa que agradezco inmensamente) a veces solo necesito silencio, nada de consejos, nada de juicios, nada de lo que ustedes consideran que realmente me pasa, porque la verdad eso solo lo entendemos mi psicólogo y yo y créanme, tampoco quisiera que lo vivieran para que me entiendan. Solo me basta con la compañía y el amor que me dan y no por mi condición sino por el solo hecho de ser el ser humano que soy y que a veces cuando estoy en medio de mi isla azotada por la tormenta, en silencio me recuerden que cuento con su amor, que puedo tomar sus manos si así lo necesito y que cuando salga de allí podre encontrarlos de nuevo para seguir riendo juntos.
Para finalizar, me es preciso aclarar que esto es solo un intento de exteriorizar lo que siento sobre mi experiencia, que ha sido mi experiencia durante casi toda mi vida. No intento justificarme, no tengo porqué. Pero si quiero dejar que el mundo pueda ver a través de mi escritura un poco de mi mundo interior, que lamentablemente es el mismo mundo interior de miles que padecen trastornos, depresión y ansiedad. Quiero decirles a esas personas que no están solos, que hay alguien más allá de la distancia y los muros que los entiende, que sabe exactamente como se sienten. Se que las palabras de aliento generalmente no ayudan mucho, pero si ayuda que sepan que la tormenta NUNCA es para siempre, que en algún momento van a dejar de sentirse en este agujero negro y la luz de sol empezará a iluminar de nuevo. No les prometo que será por siempre, no les prometo que no volverán a naufragar en sus pequeñas islas desiertas, pero si que nada es para siempre y que con terapia, trabajo interior y amor propio si es posible sobrellevar esto hasta el punto de poder vivir la vida y no solo sobrevivirla. Solo NO SE RINDAN.
A Dios, a mi mamá y a mi psicólogo todo mi amor y gratitud. Sin ustedes seria una naufraga por siempre. Por último pero no menos importante, gracias a mi misma, porque por mi valentía, mi esfuerzo y trabajo interior arduo es que puedo seguir navegando en este mar que llamamos vida.
