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RETAZOS
Estamos llenos de posibilidades, de sueños hechos y desechos, de besos reprimidos, de amores imposibles, de recuerdos con sabor a nostalgia, de rompecabezas incompletos, de miedos latentes.
Somos un cumulo de sin fin de sentimientos encontrados y no resueltos. Somos esa sonrisa que murió antes de nacer en nuestros labios, ese beso que jamás dimos y ese ´te quiero´ que nos quemo el alma pero que nunca dijimos. Somos promesas incumplidas y esa vida que imaginamos junto a alguien que decidió partir, que ya no está; somos las lágrimas de quien herimos y las que rodaron por nuestras mejillas en nombre de quien nos hirió. Somos lo que soñamos y lo que hacemos realidad. Somos la determinación de andar, de vivir.
Estamos hechos de pedazos rotos, de retazos. Venimos completos y nos desarmamos en el camino; nos damos, nos entregamos por partes y cuando quedamos incompletos volvemos a crearnos con los trozos del pasado, de la experiencia, de quienes nos dieron todo y se fueron sin nada, de personas inciertas, de lo que ayer fue amor y hoy es olvido.
Somos una pieza imperfecta, abstracta, confusa. Lo somos todo sin serlo nada; todo al darnos completos y nada al quedar vacíos.
Le hablé a Dios de ti
Anoche conversé con Dios. Le hablé de ti, le conté sobre lo mucho que te quiero, me dijo que ya lo sabía. Le deje explorar mi mente para que te viera como te veo yo; para que viera con sus propios ojos esos recuerdos que se pasean en mi mente a cada segundo, Él sonrió mientras yo lloré.
Hablamos del pasado, el presente y el futuro. Me dejó acomodar mi cabeza en su hombro mientras sobaba mi cabello y me explicaba con dulzura eso que la vida tantas veces me ha dicho y yo no he querido entender. Le pregunté si aquella historia del hilo rojo que unía dos almas era verdad, me contestó que ese tal hilo rojo se llamaba voluntad y entendí todo mejor, pero aun así dolió.
Le pregunté por ti, por tu camino, por lo que sientes, por lo que vives; le pregunté si me quisiste, si aún me querías, se me quedó viendo a los ojos mientras guardaba silencio, sentí miedo de su respuesta. Lo pensó un poco más y de dijo” ¿sentiste, en el fondo de tu ser, que te quería?” Pensé en lo bueno y en lo malo y le dije que a veces sí y a veces no, me dijo “Pues unas veces te quiso con más intensidad que otras, pero te quiso todo el tiempo” sentí alivio. Aclamé por la segunda respuesta, esta vez apartó la mirada y me explicó que el amor funciona distinto para todos, te acusé diciéndole lo poco que hiciste porque lo nuestro funcionara, luego me preguntó en un tono sentenciador ¿y tú has hecho algo por hacer que funcione? Quedé atónita, creo que nunca me detuve a pensarlo. Me explicó que el error de nosotros los seres humanos es que analizamos el amor desde nuestra zona de confort, a nuestra conveniencia, vemos lo que nos falta a nosotros, de si nos sentimos lo suficientemente amados pero no nos detenemos a pensar en si a la otra persona también le falta algo, o si también se siente amada. Me hizo entender como convertimos un sentimiento tan puro en algo tan terrenal y egoísta, en como confundimos el amor con el apego, como nos pasamos culpando al otro cuando a veces ni siquiera existe un culpable.
Hablamos por unas horas más, le pedí con insistencia que retirara de mi todo lo que siento por ti, que hiciera más fácil mi camino, se rió a carcajadas y me dijo que la vida no era un partido de ajedrez donde Él era el jugador y nosotros las fichas. Él nos deja decidir, pensar y actuar con libertad, nos deja aprender lo que vinimos a aprender y vivir lo que vinimos a vivir, “es tu decisión que hacer con lo que sientes, de modo que no busques la respuesta en mí, porque esta es en ti”. Después de todo entendí que no hay decisiones equivocadas, que siempre podemos cambiar de ruta cuando sintamos que no pertenecemos al lugar en donde estamos.
Finalmente miró la hora y se despidió, tenía amaneceres por pintar y estrellas por colocar, lo abracé, le agradecí y vi cómo se esfumaba por la ventana.
Anoche conversé con Dios, del amor, de la vida, de ti.
EN LA VIEJA BANCA DE UNA ESTACIÓN DE TREN
Sigo sentada en esta banca solitaria de la estación de tren donde alguna vez te vi partir, estoy aquí con mi equipaje sobre la banca guardándote un espacio junto a mí. Tengo en mi bolsillo dos tiquetes de tren y en mis ojos la esperanza de verte llegar por la puerta dorada de aquella fría estación, siento que llevo aquí sentada horas, días, meses, incluso años. Tantos trenes han parado y emprendido la marcha, tantas personas que han ido y venido, tantas cosas que tan solo dejé pasar, que vi de lejos mientras te esperaba, tantos viajes a lugares desconocidos que perdí, y tantas conversaciones con compañeros de vagón que nunca sucedieron y que no sucederán mientras siga aquí en esta banca maltrecha esperando por ti. Me has escrito decenas de mensajes diciéndome que ya vienes en camino; que te detuviste a conversar con una extraña; que mejor ya no vienes; que cambiaste de opinión y que mejor si te espere; que llegarás pero no sabes cuándo; que es mejor que me vaya sola; que no me mueva porque aun esperas llegar; que me vaya sola y luego me alcanzas; que no deje este asiento y yo solo me quedo aquí quieta porque vivo con el temor de que llegues y yo no esté.
¿Hace frío, sabes? Solo me cubre este abrigo viejo y el par de guantes que me regalaste, pero no es suficiente. Tengo la esperanza de sentir tu calor cuando te sientes a mi lado pero si no vienes y me quedo aquí voy a morir de hipotermia. Todo desde aquí es ajeno, estático, tan rápido y tan lento a la vez y yo solo soy una espectadora. Siento que el tiempo ha frenado y que mi vida esta pausada mientras siga aquí esperándote.
Cuando me convenzo de que no vendrás y me animo a tomar el tren aparecen señales que me hablan de ti, me escribes una vez más para asegurarme que está bien si tomo el tren sin ti, pero que te alegra que aun siga sentada aquí a tu espera y entonces la esperanza vuelve y yo te espero una hora más.
Cierro los ojos por un momento, de repente todo se torna oscuro y solitario. Hay un tren parado justo en frente mío, no hay nadie corriendo para alcanzarlo ni nadie saliendo de él; la niebla espesa no me deja ver quien hay adentro y de repente detrás de mí en el interior de la estación escucho la puerta dorada abrirse, eres tú. Bajo la maleta de la banca y me paro para recibirte, ha pasado tanto tiempo que no sé qué hacer, solo me paralizo al lado del asiento mientras te veo entrar, caminas con paso firme y sin apartar la mirada del vagón del tren, siento que algo no anda bien. De repente pasas por mi lado sin saludarme, sin si quiera mirarme, creo que ni siquiera notaste mi presencia allí. Tú no vienes por mí, vienes por la persona que está dentro del vagón del tren, ese no es mi tren. Veo como sigues de largo mientras las puertas del vagón se abren y una sombra al interior te recibe, no veo con claridad. Las puertas se cierran y veo el tren marcharse contigo adentro, te veo partir sin mí. Me siento de nuevo, miro la maleta y con el alma hecha pedazos decido que se quede en el piso para dejar un espacio en la banca, junto a mi, para que alguien más se siente a esperar el siguiente tren y que quizás quiera compartir el asiento dentro del tren conmigo.
Me despierta de manera súbita el sonido que avisa que el próximo tren viene llegando, la estación de repente está llena de vida de nuevo y la luz del sol reemplaza la neblina, todo fue un sueño, pero cuando miro al lado me doy cuenta de que en efecto, mi maleta está en el piso y en su lugar hay alguien más, alguien que no eres tú. Llega el tren, miro los tiquetes que tengo en el bolsillo y me doy cuenta de que es el mío, pero ya no el nuestro. El sujeto que está al lado me sonríe, creo que también es su tren. Me paro, miro tu tiquete una vez más y lo suelto al viento, ya no lo necesitas y yo tampoco. Me subo al vagón del tren, tomo asiento y en el espacio que creí que era para ti toma asiento el mismo sujeto que me sonrió afuera. Creo que después de todo, sin saberlo, siempre le guarde un lugar a él y no a ti.
Para ti
Es la segunda carta que te escribo, solo que para esta vez soy más consciente de que eres real, que estas en algún lugar del mundo y que nuestro encuentro es inevitable.
Tal vez las demás personas no lo entienden o me llamen ilusa, pero yo creo en esto, creo en dos almas que vienen buscándose desde vidas pasadas, unidas por un vínculo que trasciende el tiempo y el espacio, yo creo en lo mágico del universo, el destino y la vida.
No te buscaré, con paciencia comprendí que el universo trazará los caminos y moverá los hilos para llevarnos a ese punto donde todo comenzará, en el cual nuestros caminos se vuelven uno solo. No te mentiré, sueño con eso, porque desde ya te extraño, desde ya te anhelo.
No, no se trata del capricho de una mujer por tener un novio o una compañía, mucho menos se trata del afán por vivir un cliché. A mi corazón no lo mueve la idea de tener una pareja, o de enamorarme de alguien, a él lo mueves tú, mis ganas de entrelazar mi mano con la tuya y ver como encajan perfectamente y caminar a tu lado con la certeza de que no hay nadie más en el mundo para mí que tú. Sé que no sucederá aun y está bien, esperare el tiempo que sea necesario porque sé que vale la pena más que nada en el mundo. Mientras tanto iré aprendiendo de las lecciones que la vida me pondrá antes de tu llegada, esas que me moldearan para encajar contigo. Talvez me enamoraré de alguien más, aprenderé esas cosas del amor que harán a mi corazón el lugar perfecto para tu estancia en él, y al final como ha pasado hasta ahora, soltaré, dejaré ir y seguiré dando pasos que sin saberlo acortarán la distancia entre tú y yo.
Me motivas a crecer en todos los planos, me haces querer ser mejor persona, aquella que merezca el amor que tienes para dar. Quiero que me mires con la certeza de que estás en tu hogar, que perteneces a mi abrazo y que es allí donde quieres permanecer.
Confió en la nobleza de tu corazón, en tu sencillez, tu generosidad y consideración con los demás, en la madurez con la que observas el mundo y ese sentido del humor con el que llenas de alegría tu entorno, porque sé que ya nos conocemos, que hemos coincidido desde siempre y que también soy todo lo que anhelas.
Que Dios bendiga nuestros pasos y todo aquello que propicie nuestro encuentro.
CARTA A UN AUSENTE
No sé cuántas cartas te he escrito hasta el momento, son las mismas que reposan en el baúl de mi armario y es que a pesar de ser tú el remitente, es allí donde pertenecen. Después de tanto tiempo el ritmo de mis días retoma su curso, ya vuelvo a distinguir los días de las noches y una hora vuelve a ser de 60 minutos y no una eternidad.
Sabía que no me iba a morir a causa de tu ausencia, ahora me parece lógico, pero al segundo en que te vi partir todo parecía posible. Ese agujero negro que se abrió paso en mi pecho, esa sensación de estar cayendo al vacío irremediablemente, de andar inerte, de andar sin alma y con el corazón en la mano desmoronándose poco a poco, era lo más parecido a la muerte. Pero yo seguía vivía, como quien despierta en medio de una cirugía a corazón abierto y siente cada punzada, cada corte, el dolor insoportable y la falta de aire; sin fuerza suficiente para levantarse, para llorar, para gritar o pedir ayuda; no es la muerte, pero ¿acaso a ese lapso intermedio se le puede llamar vida?
Ya dejé de buscar por doquier la respuesta a tu partida, ya dejé de culparme a mí y de culparte a ti, ya no pienso en tu regreso como algo posible, la razón y la cordura están de nuevo en su sitio. Escribirte y hablarte; gritarte e insultarte, aun cuando no puedes leerme ni escucharme han sido mi terapia, mi liberación. Vives en cada recuerdo, en cada rincón donde solíamos reír, en cada calle que caminamos juntos, en el café donde me sonreíste por primera vez; aun mi cama conserva tu forma y el armario tu olor; te escucho constantemente en el eco de mi habitación y tu risa estridente retumba por toda la casa, pero ya no me duele, ya no peleo contra ello, sé que es allí donde vivirás para mí por siempre y no está en mis manos sacarte. Cuando amas a una persona y le dejas entrar, le estas regalando una parte de ti, una parte que jamás volverá a ser tuya, que está fuera de tu alcance y es allí donde habitará mientras le sigas amando.
He vuelto a sonreír, tengo nuevos motivos para levantarme cada mañana, volví a soñar y la esperanza ha vuelto a nacer en mí, me siento viva aunque no completa. Sé que te haría feliz saberlo.
Cuando te pienso, me gusta imaginar que eres feliz, que estas en ese lugar en el que tanto deseabas estar, tomando una copa de vino mientras lees tu libro favorito; o caminando con tu amplia sonrisa por una calle en parís bajo un cielo naranja y violeta al atardecer; me gusta pensarte tranquilo, pleno y amado, tal vez más amado que cuando estabas conmigo, aunque sin querer ser engreída, no sé si algo así sea posible.
Para mi estás en cualquier lugar posible e inimaginable, donde sea, menos aquí bajo esta tumba fría y desolada. Aquí solo yacen huesos y carne, aquí solo yace tu embestidura. La persona que yo solía amar, que aún sigo amando con cada partícula, está fuera de este lugar. Esta bailando torpemente una pieza de vals en un gran salón, está riendo a carcajadas en un teatro de cine, está sentada en lo alto de la ciudad contemplando una puesta de sol, está caminando descalza en la playa más afrodisíaca, está llenando de luz cada calle por la que transita, está allí, en aquel viejo sillón esperando mi llegada para tomarme de la mano y seguir amándome por toda la eternidad.
DEJEN DE SEGUIR A MARGARITA
Del montón de celebridades que sigo en Instagram, Margarita Rosa de Francisco es una de mis favoritas, lo es por esa sensatez, ironía y simplicidad con la que despliega su manera de ver el mundo.
Muchas fotos y vídeos de sus rutinas de ejercicios, de su vida cotidiana y centenares de su gata (que en realidad es la gata de la hija de su esposo) «Chakra» o como ella la llama: “la rotativa”, quien diría yo, es uno de sus grandes amores. Es divertido verla y leerla por su forma peculiar de ser, y es que en un mundo donde todos siguen los mismos patrones para encajar en la sociedad encontrar a alguien con el descaro de pensar diferente es sencillamente refrescante.
En una de sus publicaciones del día de hoy, después de la bomba de la muerte de Fidel Castro uno de los más grandes dictadores socialistas de la historia, esta mujer aprovecho para publicar en instagram una vieja foto que guardaba en el baúl en la cual posaba en la mitad de dos figuras: a la izquierda Gabriel García Márquez y la derecha él ya mencionado y polémico Fidel castro y el Expresidente Pastrana y en cuyo pie de foto escribió “Al lado de dos grandes figuras de la Historia que ya partieron”. En mi opinión no mintió, si Gabriel García Márquez es una Gran figura de la Historia por sus obras, Fidel lo será por sus malas acciones y por ser protagonista en varios hechos históricos (nos guste o no) así como lo es Hitler.
Me llamó la atención ver en la cola de los comentarios uno de ella que mencionaba a otra persona y le decía “que te vaya bien”, así que como me pudo el chisme abrí los más de 200 comentarios que habían debajo del post y comencé a leer.
Lo que encontré lindaba entre el desconcierto y la risa. Una fila de insultos y comentarios de “te voy a dejar de seguir” abundaban; la trataban de comunista, socialista, guerrillera, basura, etc. Fue casi como si hubiese sido el mismo Fidel castro quien publicará la foto. No sé si tengo problemas para interpretar las palabras de otros, pero mientras yo leía “Al lado de dos grandes figuras de la Historia que ya partieron”, los demás parecían leer ¨aquí con el gran, benévolo y amado Fidel Castro, amor de mi vida, cosita rica, vida de mi vida, mi sueño adorado, mi ídolo, VIVA EL SOCIALISMO, LOS ODIO A TODOS” y juro que no exagero, fue hasta tal punto la agresión que alguien (que supongo es “amiguísimo” de Carlos Vives, ex esposo de Margarita) comentó que por esa razón era que Carlitos se había querido divorciar. La verdad es que no puedo evitar reírme al imaginarme a Carlos diciéndole a Margarita “No eres tú, tampoco yo, es tu foto con Fidel”.
El pobre Gabo que ni velas tiene en este entierro también se llevó su baldado de agua fría, lo trataron de apátrida y de egoísta por no compartir su fortuna con el pueblo Colombiano, ni por hacer nada por este. Y es que ahora resulta que es una obligación si te ganas un Nobel o eres famoso preferir vivir en tu país que en cualquier otro y ayudar a sus habitantes a fuerza y no por vocación. No me malentiendan, las personas que tienen esa vocación de ayudar a quienes lo necesitan tendrán siempre mi admiración, pero igual no considero que una persona sea mala y sus talentos carezcan de valor solo por abstenerse a hacerlo. Pero lamentablemente vivimos en el país de la hipocresía, sí, en el cual muchos de sus habitantes se creen con el criterio moral de juzgar las acciones, pensamientos y formas de ver la vida de los demás sin antes hacer una re introspección para, antes de querer “componer” a la sociedad, componerse a sí mismos, No, aquí todos nos saltamos esa pequeña parte.
Así que mientras muchos “moralistas” y almas purísimas amenazaban a Margarita con dejarla de seguir por haber publicado esa foto (pobrecita, seguro los extrañara un montón), ella tan solo se limitaba a contestarles “que te vaya bien” (bien ahí) y es que la inteligencia no pela con la ignorancia y ella lo sabe.
Así que si ustedes son de esas personas que tergiversan cualquier palabra inofensiva para desplegar su veneno hacia los demás, si son de los que tienen la mente tan cerrada que solo tienen espacio para respetar y validar sus puntos de vista y el de nadie más, si son de esos que creen que con un “unfollow” pueden hacer al otro cambiar de opinión, si son de esos que solo son capaces de expresar lo que sienten a través de un insulto y sobre todo y más importante sin son de esos que no son muy buenos con la interpretación de lectura, les doy un gran consejo: DEJEN DE SEGUIR A MARGARITA, más que ponerse triste seguro se los agradecerá.
DEPORTISTAS DE ORO
Hace algún tiempo me encontraba hablando con un amigo extranjero sobre los juegos Olímpicos, el pertenecía a un país en el cual es algo más usual que en Colombia que sus deportistas ganen medallas de oro y por ende no festejaban tanto como nosotros por una medalla y menos si era de plata o de bronce, en modo de broma me recalco que éramos conformistas al hacer tanta bulla por ganar una sola medalla de oro en toda la duración de los juegos pasados.
En ese momento preferí cambiar de tema, porque me conozco y sé que cuando de defender una idea se trata puedo ser bastante intensa. Sin embargo, con lo que ha sucedido en los actuales juegos Olímpicos que se llevan a cabo en Brasil, tengo argumentos suficientes para explicarle no solo a mi amigo sino a todos los extranjeros, el por qué nos emocionamos tanto por una medalla.
Para empezar, los colombianos somos por naturaleza extremadamente patrióticos, Sí, somos de esas personas que llevan la bandera con orgullo a donde van, que se les aguan los ojos cantando el himno Nacional en otro país, que se uniforman con la camiseta de la selección cuando hay partido o cuando la situación lo amerita; somos de esas personas que siempre dirán con una sonrisa “soy colombiano” y que si pudieran volver a nacer y tuvieran la oportunidad de elegir donde hacerlo, seguramente elegirían Colombia ¡ah! Y por supuesto, somos de los que gritan, aplauden y lloran cuando un deportista colombiano gana una medalla en los Olímpicos. Y es que Colombia es un país que suele hacer nido en el corazón de quien lo vive.
Por otro lado, también es un país que cuenta con un Gobierno que solo se preocupa por sus deportistas cuando estos, por méritos propios se destacan en otro país y que por razones de nacionalidad terminan dejando en alto el nombre de Colombia. Es en ese momento cuando sin pena alguna ese Gobierno que les dio la espalda en el duro y arduo proceso de preparación, se vanagloria por la victoria ajena.
Los deportistas colombianos, queridos extranjeros, esos que usted vio desfilando muy uniformados en la ceremonia de inauguración, son personas que detrás de sí cargan una historia llena de dolor y verdadero sacrificio. Ellos no son como los deportistas de Estados Unidos, ni como los de Rusia o China, ellos son como muchos de los deportistas de esos pequeños países cuyos nombres solo conocían unos pocos. Son deportistas a los que llegar a Rio les costó más de lo que usted se puede imaginar.
Mientras USA lleva hasta el momento 26 medallas de oro, Colombia solo lleva una. Su portador se llama Oscar Figueroa, un pesista afrodescendiente que en su niñez fue desplazado por la violencia, es decir que fue despojado de sus tierras violentamente con toda su familia, que tuvo que huir a una ciudad donde no tenían nada para así empezar desde cero; un medallista de bajos recursos que encontró en el deporte la salida hacia el éxito, que entrenó arduamente en una instalación con pocos recursos a la cual hoy en día asisten muchos niños como él, pero en la cual encontró el apoyo para estar donde está hoy en día.
Así como Oscar tenemos a Yuberjén, quien hoy ganó medalla de plata en Boxeo, y aunque él no fue desplazado por la violencia la historia viene siendo la misma: un deportista de bajos recursos que llegó donde llegó por sus propios méritos mientras el gobierno miraba hacia otro lado. A diferencia de su rival con quien compitió hoy, las intenciones de Yuberjén de llevarse el oro no eran motivadas sólo por un triunfo personal, lo que lo motivaba realmente a darlo todo para ganar esa medalla era poder comprarle una casa a su madre donde pudieran vivir dignamente toda su familia. No, no se trata de una cuestión de lujos, sino de necesidad. Finalmente al terminar la competencia y quedar en segundo lugar, la ministra le prometió la casa por la que tanto fue a luchar, sin embargo tanto él como nosotros sabemos en lo que puede terminar dicha promesa.
Y así sigue la lista, querido lector. Tenemos a Katherine que compite hoy por la medalla de oro con sus piernas largas y torneadas y su inmensa sonrisa, quien ha cosechado sus triunfos con su propio trabajo y quien contó con la suerte de que otras personas creyeran en ella. También tenemos a nuestra queridísima Mariana Pajón quien hace 4 años nos hizo gritar, saltar y llorar de la emoción al hacerse merecedora de la medalla de oro en BMX y aunque ha contado con más suerte que los deportistas ya nombrados, al nacer en una familia con los suficientes recursos para apoyarla, también ha tenido que luchar hasta el cansancio con sus propios recursos para estar donde está.
Esta es la historia de los deportistas de mi país y lo ha sido siempre. Jóvenes que viven en un país donde la violencia es el pan de cada día y que encuentran en el deporte un salvavidas y la llave para ser alguien en la vida, para salir adelante y que aun así tienen gobernantes que se hacen los de la vista gorda cuando de incentivarlos y apoyarlos se trata, donde primero están los intereses personales de los políticos que los de estos chicos que con las uñas y el sudor de su frente se abren campo a las oportunidades que hay afuera y a pesar de todo esto, de tanta hipocresía ellos aceptan entregarle a Colombia esos triunfos que son solo suyos, lo hacen porque aman a su país más allá de las dificultades.
Entonces queridos extranjeros, cuando un deportista colombiano gana una medalla no celebramos por un triunfo nacional como seguramente lo hacen en su país, nosotros celebramos específicamente por la felicidad de ese joven que está parado en el podio vistiendo los colores de nuestra bandera; no sentimos orgullo de que Colombia cuente con una medalla más en su historial, nos sentimos orgullosos de la tenacidad y esfuerzo con la que ese deportista logró estar allí parado; nosotros lloramos no por una medalla de oro, lloramos porque nos invade el corazón de amor patrio, de felicidad y orgullo ver a ese deportista que con lágrimas en los ojos entona con la mano en su corazón y la medalla en su pecho, nuestro glorioso himno nacional.
Para terminar, quisiera recordarle al gobierno colombiano que el oro para Colombia en los juegos olímpicos no está en las medallas, sino en sus deportistas.
¡GRACIAS MUCHACHOS!
ELIJO SER TÍA
Si mis cálculos no me fallan ya estoy en esa edad en la que nadie me va a juzgar por ser demasiado joven para tener un hijo. Digo, no creo que me feliciten, porque tengo muchas cosas que resolver antes de atreverme si quiera a pensar en tener uno, pero seguramente si lo tuviera no sería mucho el impacto como lo hubiese sido hace unos años atrás.
Las fotos de personas enfiestadas, en mi página de inicio en Facebook o Instagram están siendo reemplazadas cada vez más por fotos de bodas y bebés y es que según las imposiciones o costumbres sociales (cada quien le llama como quiere), ya estamos en edad de llegar a ese escalón. Hace unos 5 años atrás imaginaba que más o menos en estos años ya seguramente iba a estar felizmente enamorada del hombre que sería el amor de mi vida, con un anillo en mi dedo anular y con la esperanza de que en uno o dos años después de la boda estaría esperando mi primer y adorado hijo. Pues bueno, pasaron los años y ni el anillo, ni el hombre y por supuesto muchísimo menos las ganas de tener un bebé.
Los llaman bendiciones y regalos de la vida y no dudo que así sea, pero no considero que sean bendiciones estrictamente necesarias para poder ser felices. Creo que una vida plena sin hijos es posible, para el que lo quiere. Y que el hecho de que una mujer sea honesta consigo misma y decida no tener hijos no la hace una persona egoísta. Egoísmo a mi concepto seria traer al mundo un hijo solo por presión o miedo a quedarse solos o a sabiendas de que no se posee la devoción, la paciencia y el tiempo para hacerse cargo de otro ser humano durante toda su vida.
A veces dos personas son suficientes y los planes de vida y sueños no tienen cabida para un tercero, y está bien. No es lo mismo viajar y disfrutar con tu pareja de un atardecer en la playa y una copa de vino o de una cena para dos en la ciudad sin tener que pensar en un motivo para regresar temprano a casa que una ida a un parque de diversión con dos o más personitas las cuales serán el foco de atención durante todo el trayecto o que una ida a un restaurante con juegos infantiles lleno de niños correteando por todo el lugar mientras batallamos sin cansancio para que los nuestros se acaben la comida. Seguramente los que tienen hijos me darán argumentos muy validos por lo cual las dos últimas opciones son mejores y más gratificantes, al que le gusta le sabe, pero como en este momento no los tengo ni planeo hacerlo no podría entender ese sentimiento, por lo cual sigo prefiriendo una vida de dos.
Como muchos otros, tengo sueños, metas y planes solo para mí, y si alguien quiere unirse pues bienvenido sea. Un hijo en los próximos años de mi vida significaría renunciar a muchos de ellos, y por favor queridos papás, no me digan que tener un hijo no significa renunciar a nuestros sueños porque bien saben que si es así. Un hijo implica responsabilidades, estabilidad, el 100% de nuestra atención y mucho dinero, cosas que no son compatibles con lo que he planeado para mi vida durante los próximos años. Sé que muchos lo llamaran egoísmo, pero yo lo llamo sensatez.
No creo justo renunciar a muchos sueños por alguien más y mucho menos lo es no darle toda la atención y el amor que un hijo se merece por estar haciéndolos realidad y como soy una persona que odia los puntos medios y las cosas a medias, o es lo uno o es lo otro.
No se quien seré en 5 o 10 años, todos cambiamos y nuestros ideales también, sin embargo tengo claro quién soy ahora y lo que quiero de mi vida, no tengo afán de casarme, ni de tener hijos y tampoco de hallar un trabajo estable, por ahora quiero concentrarme en hacer de mi vida algo memorable, de atreverme a hacer esas cosas que me causan un nudo en el estómago y que hacen brillar mis ojos; de construir lo mío y vivir de acuerdo a mis propios ideales. No importa si se me van unos cuantos años lográndolo o si se me va toda la vida en ello.
Mi futuro lo aseguro paso a paso y no me cierro a la posibilidad de pensar en tener hijos en unos 8 o 10 años, uno cambia y las prioridades también, pero por ahora como muchos otros, elegiré ser “egoísta” y planear una vida solo para mí o si estoy de suerte, para dos.
EL FIN DEL MUNDO
Debo decir que este tema del fin del mundo hoy en día es más un tabú, una leyenda urbana, que cualquier otra cosa. Somos tan egocéntricos que creemos que el mundo se va acabar cuando la realidad, es que lo único que en estos momentos puede consumirse hasta desaparecer, es la humanidad. El planeta tierra seguirá girando sin nosotros y el universo seguirá su curso, tal cual sucedió cuando el tiempo de los dinosaurios llegó a su fin… mírennos, millones de años después y la tierra sigue girando.
Hablemos mejor del fin de una era. De una extraña y escalofriante era, tal vez no para nosotros pero si para este planeta.
¿Y a que va toda esta carreta? Bueno, yo rara vez sintonizo las noticias o leo un periódico y las pocas veces que lo he hecho durante estas últimas semanas, los titulares me dejan fría y con un sabor a desesperanza. Asesinos en serie; masacre en un bar Lgtb en Orlando; atentado en aeropuerto; hombres disparando en la calle dejando decenas de muertos; atentados al otro lado del mundo; policías asesinando a particulares; particulares asesinando policías; acciones racistas en USA; países acabándose entre sí en nombre de una religión; hombres matando a sus esposas; Mujeres matando a sus esposos; padres violando a sus hijas; hijos matando a sus padres… en fin, ni para qué seguir.
Nos pasamos temiéndole a la “furia de la naturaleza” a las promesas confusas de un libro sagrado escrito hace miles de años, a las predicciones de grupos indígenas, a las predicciones de personas con supuestos dones. Nos pasamos creando en nuestras cabezas un enemigo feroz que pronto acabara con todo y con todos, cuando la realidad es que los únicos realmente responsables del fin de esta era, somos nosotros, sus mismos protagonistas. No puedo imaginarme un ser mas toxico, nocivo y peligroso que el ser humano, por naturaleza eso somos. Somos nosotros los directores y protagonistas de esta nueva película del “fin del mundo”, estamos acabando con todo y con todos, y lo peor es que seguimos como si nada.
Hace algunos días me vi una película (muy buena por cierto) donde una madre le enseñaba a su hijo autista islamista que en el mundo solo existen dos clases de personas, las buenas y las malas… pues bueno, yo le creo. Todos estamos hechos de células, de huesos, de piel y de órganos compuestos por exactamente lo mismo, como humanidad somos idénticos, como personas no. Como personas Dios nos dio la libertad de ser. De ser auténticos, de ser diferentes, de ser únicos y sí, de ser buenos o malos. Y no es que todos hayamos elegidos ser malos, el problema es que son ellos quienes logran impactar más, quienes logran hacer eco. Hoy en día tiene más cabida en los noticieros las acciones de una persona mala que las de una buena. Y nosotros, bueno, Nosotros creemos que no ser malos nos hace buenos y no podríamos estar más equivocados. Estar en el medio, ser neutros, solo nos hace cómplices.
Me parece estar viviendo en medio de una película de terror, donde todo es posible. Donde las personas inocentes salen a calle sin saber a ciencia cierta si van a volver al terminar el día. Vivimos en un mundo lleno de odio, rencor, resentimiento, envidia, avaricia y sed de poder, donde todos están locos y no en el buen sentido. En un mundo donde importa más el color de piel y la raza que un buen corazón; nos adueñamos del mundo sin ser consientes de que somos nosotros quien pertenecemos a él, y no él a nosotros, que estamos aquí de paso y no por mucho tiempo. Es hora de dejar de ser cómplices, de creernos los dueños del mundo y el centro del universo. Físicamente hablando no somos nada, pero espiritual y mentalmente hablando, lo podemos ser todo, tan grandes como el mismo universo.
Me consuela saber que así como hay maldad también hay bondad, que hay pequeñas acciones que de verdad marcan la diferencia y que si bien una acción negativa daña el cuerpo, una acción positiva alivia el alma y el corazón. Tal vez no tengamos la capacidad para arreglar el mundo por nuestra cuenta, tal vez no podamos traer a la vida a aquellos que injustamente partieron, o devolverle a muchos aquello que les fue arrebatado; es imposible aliviar tanto dolor y remendar tanto daño por nosotros mismos, pero sí es posible quitarnos la venda abrir el corazón y brindarle una mano a quien lo necesite, hacer una buena acción al día, respetar al prójimo, al perrito del vecino o al de la calle, a nuestra madre naturaleza, porque para mí esa es la manera más honesta de respetarnos a nosotros mismos.
Respetemos la verdad del otro aunque no sea la nuestra, pongámonos en los zapatos de los demás antes de juzgar y señalar, pensemos antes de hablar, sintamos antes de pensar; hagamos de los sentimientos positivos el motor de nuestros días, sonriamos más; busquemos ser felices en vez de ser importantes, perdonemos, dejemos ir, amemos más, odiemos menos. Seamos los protagonistas de esta historia, no los antagonistas; tal vez el mundo se siga consumiendo a causa de unos pocos pero hagamos de los días que nos quedan un recordatorio de que la bondad y el amor dejan una huella más grande y más profunda que el impacto de una bala, y que hacen más ruido que la detonación de un explosivo.
La naturaleza es sabia, tal vez un día se rinda y decida acabar con esto antes de que lo hagamos nosotros para así volver a comenzar, no lo sabemos. En todo caso pisemos fuerte, dejemos huella, una buena huella y hagamos de este fin del mundo una película con el mejor contenido, de esas que te hacen creer en que la bondad existe aun en medio del desastre.