EL LIMBO A LOS VEINTINUEVE

Creo que desde que cumplí mis veinte años temía con el día en que llegaran mis treinta. Pensé que llegar allí sería un momento difícil, sin embargo, nadie me advirtió de ese limbo en el que se vive después de los veinticinco, siendo los veintinueve la parte mas empinada de esa montaña rocosa y por ende, la más difícil de transitar.

Se que a los veinticinco me sentía joven y que a los treinta me sentiré cruzando el umbral de la “señoréz” pero entre lo uno y lo otro, ¿Qué soy? Porque siento que ni lo uno ni lo otro.

Pensándolo bien, no sé si llamar a esto un limbo o una grieta entre dos dimensiones donde estoy presente en ambas a la vez. Empecemos con la ropa, un estilo muy noventero y relajado propio de la generación Z, jeans y camisetas anchos y siempre tenis, entre más cómodo, mejor: dimensión de los 20; Cosas de señora, como encontrar más felicidad y regocijo en mi cama y una cuenta de Netflix un fin viernes por la noche, que en la pista de baile de una discoteca: dimensión de los 30; negarme al sexo casual y las relaciones pasajeras y a su vez tener algo de aversión al compromiso: ambas dimensiones. Como ven estar en el final de la cola de los 20´s es un ir y venir entre ambos mundos sin pertenecer a ninguno. Lo dicho: un total limbo.

Definitivamente ir a fiestas y emborracharme ya no resuena con la poca energía que me queda y trasnochar ahora es el equivalente de sentirme enguayabada todo el día siguiente, aún si no bebí la noche anterior. Quedarme en cama un viernes en la noche viendo series y ordenando pizza mientras me arruncho con mis tres gatos, es algo que definitivamente me seduce ahora, aun cuando a mis veinte me prometí jamás convertirme en ese tipo de “señora”. Sin embargo, (y para deleite de mi yo veinteañera) ver noticieros y leer el periódico son cosas de la adultez a las que tal vez nunca me adaptaré y ver series y dibujos animados de los 90 serán siempre mi actividad predilecta. Y es que así funciona el tiempo en este lugar abstracto donde estamos los de veintinueve, corre de adelante hacia atrás y viceversa cuando se le antoja sin tener nada de consideración. Lo bueno es que mi tiempo en este limbo tiene fecha de caducidad y una vez fuera podre decir que pertenezco al grupo de iniciación señorial donde el pan de cada día son los dolores de espalda y rodilla, donde Homecenter y dollar city son un parque de atracciones para uno y donde los espacios del hogar son llenados con gatos y plantas, pero mientras llega seguiré aquí perdida, sin identidad, disfrutando a lo Hanna Montana de estos dos mundos donde soy joven y adulta, donde soy de todo y nada a la vez.

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